Llego la hora...
Pero conforme avanzaba la tarde crecía el ambiente. Cuando Coria llegó, puntual a su cita, y sus charrés pasaban por sus aguas, ya no había un hueco con buena visibilidad. Los más osados optaban por la pendiente de subida, esquivando coches y caballos y evitando resbalones, pese a que los animales salpicaban barro al pasar.
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